Por Óscar Veiman Mejía Giraldo
El territorio ancestral indígena de San Lorenzo, en Riosucio, Caldas, guarda una historia convulsa: las luchas políticas y sociales por el territorio derivaron en amenazas y señalamientos contra toda su población emberá chamí. Hoy, en compañía de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), jóvenes, líderes y médicos tradicionales disponen de su saber para sanear sus montañas y encontrar a los desaparecidos.
Un camino sin pavimentar conduce desde Pasmí, donde vive Luis Albeiro Gañán, hasta la zona urbana de San Lorenzo. Luego, una carretera serpenteante lleva hasta La Herradura, en la conexión del territorio con la Troncal de Occidente, una vía que conecta a Medellín, Manizales, Armenia y Cali. Un paneo desde allí muestra un San Lorenzo de laderas forradas en café, caña y plátano, primeros renglones productivos de los indígenas emberá chamí de esta zona.
La resistencia de los emberá chamí ocurre desde hace varios siglos. Los títulos de la comunidad datan de la época de la colonia española, en 1627, y se perdieron en las luchas de independencia de la corona española a principios del siglo XIX. El 18 de marzo de 1835, cuenta la historia reseñada por el Consejo Regional Indígena de Caldas —Cridec— en su página web, se expidió un nuevo título, ratificado en 1889.
Sin embargo, como recuerda Arbey Gañán, consejero de derechos humanos del Cridec, en 1943 los actores políticos disolvieron los resguardos de San Lorenzo y de Escopetera Pirza. En adelante, el pueblo indígena emberá chamí de Caldas emprendió una lucha para exigir reconocimientos étnicos y territoriales. “Pasaron 30 años para que se volviera a hablar de comunidades indígenas”, expresó Gañán en la audiencia de la Jurisdicción Especial para La Paz —JEP—, realizada en el 2021 en el territorio, en la que participaron representantes del Cabildo Central de San Lorenzo.
Arahugo Gañán es otro líder indígena visible en Caldas: ocupó una curul en la Asamblea Departamental en el periodo 2009-2012, fue presidente del Cridec y gobernador del Resguardo Indígena de San Lorenzo. “Buenos días a todos”, saluda y sonríe a su llegada a la sede del Cabildo Central, en el centro poblado de San Lorenzo, una casa para el encuentro de los indígenas.
Arahugo fue una de las voces fuertes durante la audiencia de la JEP e hizo en ese momento una de las reflexiones más potentes que dan piso sólido a su lucha: “Mucho antes de que el hombre blanco llegara a nuestras tierras, nosotros estábamos aquí. Hemos cedido nuestros territorios para que ellos puedan vivir y convivir en este lugar que se llama San Lorenzo, Riosucio, Colombia. Es el hombre blanco el que no ha entendido. Hoy compartimos la preocupación que hay por la expansión y continua intención de quitarnos nuestras tierras”.
Arbey, el consejero de derechos humanos del Cridec, hace una exposición rápida de las consecuencias y los desenlaces de estos sucesos: “Eso hizo que estos territorios fueran ocupados por colonos llegados de Antioquia; entre ellos, miembros del Ejército y de la Iglesia católica. En la recuperación de esas tierras, nuestros líderes empezaron a ser perseguidos y estigmatizados por quienes gobernaban el país”.
Las circunstancias obligaron a que muchos se refugiaran en las parcialidades y los asentamientos de Cauromá, La Trina y Damasco. “Hubo persecuciones a muchos de nuestros dirigentes que hoy no están, que nos acompañan con sus espíritus y nos dan valentía y fuerza para seguir luchando por nuestra dignidad”, expresa Arbey.
El Cridec agrupa 17 cabildos de Caldas. Se basa en los principios de unidad, territorio, cultura y autonomía. La organización resalta a sus mayores Gabriel Campeón, Gilberto Motato, Noé Motato, Luis Ángel Chaurra, Clímaco Marín, Jesús Antonio Gañán, Faustino Rotavista, Eulalia Yagarí y Silvio Tapasco, por fomentar la unidad necesaria para fortalecer en ese momento histórico (los años ochenta y comienzos de los noventa) la recuperación de las tierras desde los ámbitos jurídico, territorial, cultural e identitario.
Arahugo está seguro de que esa manera de pensar ha tenido un costo, materializado en violencias, persecuciones y estigmatización. Ilustra la situación con el caso del docente Rey María Salazar, quien en agosto de 1988 fue capturado por militares en un retén y posteriormente asesinado.
La detención, la tortura y el asesinato de Rey María enviaron un mensaje de silencio y terror a la comunidad. Siete años después, el Consejo de Estado emitió un fallo condenatorio en contra de la Nación, que determinó que la responsabilidad directa es del mayor del ejército José Vicente Urbina Sánchez, adscrito a la Octava Brigada con sede en Armenia.
Movimientos
El 13 de marzo de 1988 se materializó un suceso histórico para la democracia colombiana: se celebró la primera elección popular de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados. Estos cargos eran escogidos a dedo, como dicen popularmente, por el presidente y los gobernadores.
Los indígenas vieron la posibilidad de entrar en la dinámica administrativa de su país por vía de la participación electoral, pero encontraron un camino largo y sangriento. “Fuimos muy buenos para ellos (los blancos) hasta que decidimos participar en el sagrado derecho a elegir y ser elegidos”, recuerda Arahugo.
En 1988 denunciaron ante Amnistía Internacional las violaciones a los derechos humanos, luego de que torturaron y mataron a Gilberto Motato, candidato a la Alcaldía de Riosucio, en un caso ocurrido el 22 de marzo de ese año. El 9 de abril del 2002 ejecutaron a la gobernadora del Resguardo de Nuestra Señora de la Candelaria de la Montaña, María Fabiola Largo, quien también aspiraba al cargo.
Arbey Gañán señala que con estas muertes le truncaron a la comunidad la posibilidad de alcanzar puestos en espacios de representación; tales hechos son una muestra de que los indígenas que aspiraban a un cargo de elección popular eran estigmatizados y perseguidos.
La situación a comienzos de la primera década del siglo XXI llevó a que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictara una medida cautelar, vigente desde el 2002, con el fin de reforzar y garantizar la seguridad de los dirigentes indígenas durante los periodos electorales. “Eso demuestra que el conflicto no es de ahora”, reflexiona de nuevo Arbey.
A pesar de la persecución, la estigmatización y los asesinatos, la lucha política del movimiento indígena de Caldas ha dado sus frutos, por ejemplo, con las elecciones de Darío Edgardo Tapasco como alcalde de Riosucio en el 2003, Abel David Jaramillo en el 2011 y Bernardo Arley Hernández en el 2015, tras vencer en las urnas a los candidatos de partidos tradicionales como el Liberal, el Conservador y el de la U. Asimismo, con curules en el Concejo del municipio, en la Asamblea Departamental de Caldas y en la Cámara de Representantes.
La violencia política contra el pueblo indígena emberá chamí todavía tiene una sombra en el territorio que se expresa en la estigmatización y que les preocupa porque puede desatar acciones contra los cabildantes. Por eso los indígenas de San Lorenzo combaten la violencia denominada simbólica, que vive en las palabras y que se reproduce con expresiones como cuna de guerrilleros, que desconoce la historia de dolor y que reproduce y perpetúa el racismo.
Un hecho reciente, ocurrido el 4 de mayo del 2021, demuestra que la sombra de esa violencia contra los indígenas sigue presente. En una sesión ordinaria del Concejo de Riosucio, Álvaro Antonio Guapacha, concejal por el partido Cambio Radical, señaló a los pueblos indígenas del municipio como terroristas por participar en las movilizaciones del 28 de abril en la Plaza de la Candelaria.
Las autoridades tradicionales indígenas de Caldas denunciaron el discurso por considerar que contiene manifestaciones de estigmatización, racismo y discriminación. El 14 de julio hubo una audiencia de conciliación y se acordó que el concejal se disculparía y se retractaría de lo dicho, pero no ocurrió así.
Saneando el territorio
El centro forense integral Équitas, que lleva 17 años al servicio de la investigación sobre la violación de derechos humanos, consolidó un listado de 125 personas desparecidas en San Lorenzo, incluidas dentro de las 7246 de Caldas y las 482 de Riosucio. El 25 % de las desapariciones en San Lorenzo ocurrieron entre el 2000 y el 2009; y el 15 %, entre 1980 y 1989.
En la salida de San Lorenzo está el cementerio. Líderes indígenas le informaron a Équitas sobre cuerpos inhumados de personas no identificadas, principalmente en hechos que ocurrieron en los periodos de violencia que limitaron e impidieron los procedimientos técnicos de criminalística y los análisis médico-legales pertinentes.
Estos horrores de las amenazas, los reclutamientos, las desapariciones, las tomas, las detenciones ilegales, las masacres, la violencia política y la estigmatización han estado y están en la memoria de la lucha colectiva y eterna de San Lorenzo: una violencia sistemática que, según la medicina tradicional emberá, ha enfermado la dana eoro (madre tierra).
Alexander es el consejero mayor de la Escuela de Medicina Jaivia (espíritus buenos), que ya suma 22 graduados. En la organización los médicos son los guías y vigilantes de la armonía y la salud. “Donde hay enterrados muertos de la violencia no pelechan el plátano, la yuca, el maíz, la caña, la guadua, es como algo seco”, explica Alexander.
Para cada lugar y para cada víctima hay un ritual con semejanzas y diferencias, y se hacen con el propósito de contrarrestar la mala energía que emerge de allí. El médico saca ruda, salvia, altamisa, hace sahumerios, hasta ahí todo es igual. Lo que cambia son algunos rezos y rituales particulares, que guardan en secreto, para cada sitio y para cada espíritu, y que solo los puede hacer un mayor con experiencia y sabiduría, como Alexander.
Aguas Saladas tiene una cascada cristalina. Su vecino es un chorro de agua salada. Allí los indígenas reciben un baño del médico Alexander para llenar sus espíritus de energía buena, de armonía de los cuerpos humanos con los elementales de la naturaleza. El médico señala con el dedo, en orden, los cerros: Buenos Aires, Viringo y San José. “Estamos blindados. El Buenos Aires nos protege, por él no han vuelto los conflictos y ningún grupo armado”, dice Alexander. El blindaje energético del resguardo lo complementan la desembocadura donde se encuentran los ríos Aguas Claras y Las Estancias.
La misión de los médicos es identificar los sitios de ocultamiento de los cuerpos y sanear el territorio. Su labor es reconocida por la JEP. El gobernador del resguardo, José Jairo Tapasco, explica que fueron tres años de acercamientos y reuniones con la JEP y la UBPD hasta llegar al proceso actual que permite continuar el camino de reclamación por las víctimas masacradas.
Las primeras búsquedas con los organismos forenses dejaron claro que sería necesaria la participación de la comunidad y el reconocimiento de esa labor espiritual que cumplen los médicos indígenas. El paisaje ha cambiado, la vegetación no es la misma y hallar fosas es complicado. Por la topografía montañosa del territorio ancestral de San Lorenzo los funcionarios se perdían o la misma naturaleza no quería que los cuerpos fueran encontrados sin que primero se sanara la tierra y se devolviera el orden a la vida natural. Por eso, resulta clave el papel de los jóvenes buscadores y de médicos como Alexander.
Una experiencia que ya es leyenda ocurrió en El Tablazo, un caserío en la parte alta de San Lorenzo, cerca de Costa Rica, donde la violencia golpeó duro. La JEP, los médicos tradicionales y el resto del personal viajaron al lugar en una jornada radiante de sol. Se presumía un hallazgo importante. Sin embargo, el día y las cosas cambiaron cuando se acercaron a la zona. Truenos, rayos y lluvia se desataron justo cuando arribó la delegación. “Nos tocó devolvernos, nos estábamos perdiendo, tuvimos que salir por Caramanta (Antioquia)”, recuerda el coordinador de la Consejería para la Aplicación de Justicia Propia, Rubén Darío Gañán.
Según Alexander, el médico tradicional, estas situaciones tienen una explicación: “Esos sitios secos, con mala energía, pueden ser indicador del espíritu para decir ‘estoy acá’. Unos piden que los saquen y otros que no. También depende de la manera en que haya muerto o la manera que hubiese sido la persona. Los de muerte natural se dejan sacar más fácil”.
Ellos interrumpen esta vida porque no hay un trascender al mundo de los espíritus, siempre estarán ahí hasta que no sean orientados por un médico. El espíritu debe guiarse porque se alimenta de la comunidad, irradia energía negativa. Costa Rica en la parte alta y La Línea están cargados de esa atmósfera. “Cualquiera que tenga capacidad de percepción puede sentir esa energía, siente angustia y necesidad de abandonar ese sitio. Incluso esa energía cambia a la comunidad, hay conflictos, desunión. Es similar a sacar oro. Usamos conjuntos y liberación para contrarrestar o parar esa energía”, reitera Alexander.
Es una labor que hace que el proceso de recuperación de cuerpos sea especial en San Lorenzo, porque la JEP reconoce que sin el saber ancestral no se puede ingresar ni armonizar el territorio. Hasta el cierre de esta historia aún no habían fijado fecha para la primera exhumación.