En muchos casos esta vulnerabilidad enajena, debilita e insensibiliza y, por tanto, se convierte en otra conquista más de quienes pretenden acallar las voces de los que se empeñan en desvelar tanto atropello. Pero, al mismo tiempo, y como las grandes crisis, se muestra como una oportunidad para no desistir en la solidaridad, en las soluciones y en la búsqueda de caminos que reclaman y necesitan los miles de colombianos perseguidos.
De eso se trata la presente edición de esta revista. De contar las historias que hay detrás de una aparente calma en las regiones. De revelar las injusticias, los maltratos, las mentiras, las injurias, las calumnias, los procedimientos y toda la barbarie que es capaz de cometer un ser humano contra otro; de lo que hacen unos y otros para privar de la libertad y de los mínimos derechos a sus vecinos, a sus hermanos, a sus paisanos; de lo que se hace en nombre de ideologías que ya no funcionan y que se quedaron repitiendo los que ostentan el poder o aspiran a él por medio de la fuerza.
Así, el texto de Diana Sánchez, Víctimas, hegemonía y opinión pública, describe con claridad cómo a fuerza de luchar y de un trabajo duro, las víctimas de hechos terroristas,
de violación de derechos humanos,
de atentados, de dolor y de tortura han ido ganando, contra viento y marea, un espacio importante en el país, entre la opinión pública, los medios de comunicación y las altas esferas del poder. La periodista concluye que todos los movimientos creados por las víctimas son fundamentales porque a partir de ellos Colombia puede recuperar su memoria y valorarse más a sí misma.
Con su artículo, La Minga de Resistencia Social comprendida en una secuencia de tres imágenes, Carlos Duarte, recrea, analiza, estudia y revisa la historia reciente de Colombia, basado en tres hechos abiertamente violatorios de los derechos humanos: el primero de ellos, el Banquete de la Muerte, sobre la Masacre de 16 indígenas Cuibas en la Rubiera en 1967. Este hecho tal como lo asegura el autor contiene “los ejes articuladores del porvenir”.
Bastaría entonces ver lo que está sucediendo hoy con las comunidades indígenas del Cauca y de otras regiones que están siendo exterminadas por grupos armados ilegales.
La segunda imagen, Handel y la ciudadanía multicultural, plantea el paralelo entre la aparente entrada triunfal de los movimientos indígenas al plano de la política y la realidad: por un lado se habla de democracia, pero por otro se sigue extinguiendo a los movimientos
indígenas que no negocian tierras, ni
principios ni se meten a la guerra ni creen en ninguno de sus actores. Finalmente, Duarte habla de ¿Cuáles símbolos patrios?, para referirse a la protesta consciente y organizada de los pueblos indígenas cuando el Presidente Uribe les pide respeto a los símbolos patrios, pero al mismo tiempo pretende desconocer su dignidad como seres humanos y
como colombianos.
En Voces Regionales se presenta un panorama de lo que sucede en materia de derechos humanos en el Huila, el Cauca y la Sierra Nevada de Santa Marta. Estos textos han sido escritos por hombres y mujeres que defienden los derechos humanos y por hacer ésto, varios de ellos están lejos de sus territorios, de sus familias. Para la sección Memoria, Carolina Aldana García, hace un perfil humano y cálido sobre Yaneth Bautista, convencida defensora de los derechos humanos que cuenta pormenores de su entrega humana a esta actividad y de los retos que le plantea el futuro para lograr una Ley que realmente dignifique a las víctimas del conflicto.
Con el texto titulado Los defensores de derechos humanos acusados sin fundamento de Andrew Hudson y Elizabeth Jordan, de la organización Human Rights First, describen cómo, de manera injusta, los fiscales señalan, persiguen, fustigan e investigan a los defensores de derechos humanos, haciendo uso de declaraciones falsas y de toda clase de procedimientos arbitrarios y en contra del debido proceso, para al final acusarlos de terroristas, de simpatizantes de la guerrilla o de grupos armados al margen de la ley.
El texto Comunidades afrocolombianas del Pacífico caucano es un amplio resumen de toda la historia de expropiación de tierras a la que han sido sometidas las comunidades afro del Pacífico colombiano, en el marco de un proceso que busca favorecer, especialmente, a agentes asociados a megaproyectos farmacéuticos, mineros, madereros, cocaleros y de los
agrocombustibles. Pero, sin perder la esperanza, este texto cuenta también cómo los Consejos Comunitarios articulados a Cococauca, persisten en alternativas de vida.
Finalmente, para esta edición las personas que han sido parte fundamental de la labor del
Programa Somos Defensores, cuentan su experiencia en las tres áreas del proyecto financiado por Unión Europea. Sus palabras son muestras de estos dos años de siembra por la protección y las garantías para los defensores de derechos humanos en Colombia.