Por Carlos Andrés Orlas Sánchez
En el corregimiento Tierra Grata, de Manaure, los excombatientes de las FARC y firmantes del Acuerdo de Paz encontraron un lugar para soñar, reencontrarse con sus familias, trabajar en comunidad y construir una vida lejos de las armas.
Cuando llegaron al corregimiento Tierra Grata de Manaure, departamento del Cesar, los entonces combatientes de los frentes 19 y 41 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, eran presa de la incertidumbre. Todos portaban un fusil y un morral con víveres, objetos personales y el equipo de acampar. Llegaron entre el 20 de noviembre del 2016 y el 28 febrero del 2017. 162 hombres y mujeres pertenecientes al bloque Martín Caballero, más conocido como el bloque Caribe, concluyeron su última marcha en armas.
Fredy Escobar, conocido en la guerra como Mateo, se reincorporó en Tierra Grata, donde actualmente es impulsor del trabajo cooperativo, principalmente en relación con la gestión de la tierra y la vivienda digna. Cuando le pregunto por lo que ha pasado y por lo que viene, a cinco años de la firma del Acuerdo de Paz con el Estado colombiano, hace un silencio prolongado, mira hacia Cerro Pintado, montaña que tantas veces recorrió para cruzar a Venezuela, sonríe y sentencia: “Esto es una resistencia”. Lo dice porque piensa que existe un saboteo institucional a la paz; a la forma de vida guerrillera, que es profundamente campesina; a la reincorporación política. Él no deja de preguntarse por “el estatus de la revolución”, es decir, por el proyecto político, por el quehacer en la llamada “Paz con legalidad”, lema de Iván Duque, presidente de Colombia entre el 2018 y el 2022, que era detractor del Acuerdo Final de Paz.
De los 162 firmantes de la paz que llegaron a Tierra Grata, 112 aún permanecen en el lugar. Aunque algunos se fueron, ahora en este Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, ETCR, viven 350 personas, porque allí también se asentaron los parientes de los exguerrilleros y porque durante estos cinco años han nacido 55 hijos de excombatientes.
El ETCR de Tierra Grata ha resistido y es hoy un referente en asuntos como la autogestión de la vivienda y la construcción de un hábitat para la paz. Es también uno de los espacios más representativos de la reincorporación comunitaria, porque los firmantes de la paz se integraron con las comunidades indígenas y los campesinos que habitan la zona, y juntos comenzaron a gestionar la vida en condiciones dignas.
Tierra de campesinos, indígenas y excombatientes
Tierra Grata está en las estribaciones de la serranía del Perijá, la segunda montaña productora de agua dulce en el Caribe colombiano, después de la Sierra Nevada de Santa Marta. La vereda se encuentra a media hora de Valledupar, la capital del Cesar, y está habitada por campesinos e indígenas de la etnia yukpa.
“Saber que los integrantes de las FARC venían para nuestro territorio fue algo traumático, pero luego trabajé con ellos en muchos procesos, principalmente en el proyecto del agua, y me di cuenta de que ellos tienden a poner de su parte, que quieren el cambio para este país”, dice Zule Mesa Quintero, campesina de Tierra Grata.
Una experiencia similar vivió Keidys Catherine Julio, habitante de Manaure y lideresa de víctimas del conflicto armado, quien cuenta que a la llegada de las FARC “el municipio se sentía muy tensionado. Como líderes nos sentíamos amenazados porque de pronto podía haber un cambio en el orden público, pero con el pasar del tiempo y el avance en los acuerdos nos dimos cuenta de que no es así, porque ya hemos trabajado, hemos tenido actividades de reconciliación, actos culturales y encuentros con ellos”.
Si entre los campesinos había desconfianza, entre los indígenas había zozobra y rechazo total. Los yukpa son un pueblo seminómada de trece mil hablantes. Su economía se basa en la recolección, la caza, la pesca y la agricultura. Su población ha sido desplazada por proyectos como la minería de carbón y la agroindustria de la palma de aceite. También por el conflicto armado.
Cargando a cuestas esta realidad, los yukpa se opusieron a los firmantes de la paz cuando llegaron a Tierra Grata. Los indígenas no querían que los excombatientes se asentaran allí porque para ellos predominaba el estigma de que eran terroristas.
Esos señalamientos causaron que, en principio, los firmantes de la paz no pudieran asentarse en el sitio conocido como Los Encantos, en el municipio de San Diego, y tuvieran que optar por Tierra Grata. Pero allí también surgieron tensiones. A oídos de los reincorporados llegaba el rumor de que los yukpa los iban a sacar e iban a quemar el espacio. A su vez, los nativos escuchaban decir que los excombatientes venían a dañar el territorio y a robarse la tierra. Pero con el paso del tiempo el conflicto menguó y las tres comunidades, campesinos, indígenas y excombatientes, comenzaron a construir un entorno favorable para todos.
Para construir estas paces desde abajo, cuenta Manuel Ávila Gil, firmante de paz, los excombatientes de las antiguas FARC tuvieron que sentarse con los yukpa en un proceso de diálogo, delimitar el territorio y comprometer la palabra y las obras como garantía.
Esta paz desde abajo, afirma Jackeline Yajure, excombatiente en proceso de reincorporación conocida en el ETCR como Yaka, se construyó “echando la luz, poste a poste, tramo a tramo, con manos de la misma comunidad. Fue así como los yukpa vieron que su territorio, en vez de ser afectado, iba a mejorar”. La hostilidad, agrega Yaka, comenzó a disminuir cuando el agua llegó hasta el caserío de los indígenas. Luego vinieron la instalación de la luz y el mejoramiento de las carreteras. En la actualidad los esfuerzos están concentrados en el proyecto “Escuela de arquitectura para la reconciliación”, que propone construir una escuela indígena yukpa, gracias a la gestión de los firmantes de la paz y la Universidad Nacional con universidades europeas.
Llegar para quedarse
Yaka estuvo 22 años en la guerra. Ingresó a las FARC en 1994 y ascendió en la organización insurgente hasta ser comandante de escuadra, con doce guerrilleros a su cargo. En cada misión que le encomendaban cumplía con entrega y disciplina, dice. Hizo parte de varios frentes y columnas de la estructura armada y participó en misiones en diferentes territorios. Ella tiene gran parte de la memoria del bloque Caribe, de su lucha en la guerra y de su resistencia en la paz. Por eso ahora su filosofía de vida es parar la guerra para parir la paz.
Cuando llegó al ETCR, cuenta Yaka, el espacio era precario: no había agua, ni energía, ni senderos. Las viviendas eran pequeños cubículos construidos con materiales prefabricados.
Tener una vivienda propia en Tierra Grata era el sueño de la mayoría de los excombatientes que habitaban ese espacio de reincorporación. Al principio parecía irrealizable, pero Fredy Escobar le empezó a dar forma a esa utopía. Buscó el apoyo de diferentes universidades del Caribe con el propósito de que sus compañeros obtuvieran conocimientos relacionados con la construcción. En este ejercicio los firmantes empezaron a visionar el lugar como una ciudadela de paz y elaboraron los diseños de una casa modelo, en la que priorizaron espacios aireados, amplios y dignos.
“El proyecto se llama Autoconstrucción asistida de vivienda. Es autoconstrucción porque han sido las mismas comunidades las que han construido veredas y barrios en Colombia. Pero también hablamos de que es asistida porque las universidades y el SENA aportaron su experiencia en ingeniería, arquitectura y topografía”.
Pero para avanzar hacia la autogestión lo primero que necesitaban los reincorporados era un terreno, porque como los demás ETCR del país el de Tierra Grata enfrentaba trabas legales en cuanto a la propiedad de la tierra. Luego tenían que pensar en los diseños y los materiales, y todos esos asuntos parecían distantes.
Yaka describe el proceso como algo marquetaliano, haciendo alusión a la fundación de las FARC el 18 de mayo de 1964 en Marquetalia, un pequeño territorio en el Tolima. “¿Cómo decidimos priorizar la vivienda? En una asamblea, en la que nos preguntamos cómo nos visionamos dentro de cinco años con el tema de vivienda. ¿Vamos a esperar a que el gobierno nos la dé? ¿Tenemos esperanza de eso? Para hablar de vivienda éramos todos con una hojita de cuaderno dibujando cómo nos visionábamos la casa. Y así se fueron recogiendo todos esos papelitos”, recuerda la excombatiente.
Luego de que las personas pintaran sus diseños en un papel, Yaka preguntó: “¡Ajá! ¿Y cómo vamos a visionarla de ahí para adelante? ¿Cómo hago para construirla? ¿Cómo se empieza una ciudadela? ¿Cómo se piensa eso? Y resulta que Fredy Escobar duerme y se levanta con el cooperativismo en la cabeza. Con la colectividad, la unión y la autogestión en la cabeza”.
En el 2021, los excombatientes construyeron la primera edificación en Tierra Grata. Se trató de la sede de Ecotours, un proyecto que busca desarrollar el ecoturismo en el espacio y que cuenta con un museo, un campamento guerrillero a manera de memoria histórica, un restaurante y un hotel. En la construcción usaron seis mil bloques.
El cooperativismo, clave de la autogestión
La organización colectiva en torno a proyectos económicos articulados en la cooperativa rinde sus frutos más visibles en el proyecto de autoconstrucción asistida de vivienda. Pero en la cooperativa también se articulan la ferretería, la carpintería, un minimercado, el proyecto de ecoturismo Ecotours, el colectivo de comunicaciones La Rotativa, el billar y la Asociación de Pequeños Ganaderos (Asopegan).
Aquí la disputa es por no dejar morir la reincorporación económica en un modelo de “paz con legalidad” que favorezca las iniciativas individuales. Gracias a la cooperativa, en Tierra Grata los reincorporados han gestionado el lote para las casas, el acueducto y la electrificación para toda la vereda, incluyendo el territorio indígena. También compraron colectivamente un camión turbo para transportar materiales y productos, y una retroexcavadora para los banqueos y la adecuación de terrenos.
Yaka cuenta que la cooperativa también les dio la oportunidad a algunos excombatientes de decir “yo voy a sacar mi poquito de dinero de ahí y lo voy a invertir en una vaca o lo voy a invertir en un puerco, o lo voy a invertir en no sé qué cosa”.
El trabajo cooperativo también les permitió a otras personas articularse en torno a sus temas de interés. Las mujeres, cuenta Yaka, dijeron: ‘“Vamos a organizarnos en una mesa de género’; y la conformaron. Luego otros expresaron: ‘Somos treinta indígenas, ¿nos vamos a quedar atrás? Vamos a crear la mesa indígena’. Y después algunos reclamaron: ‘Necesitamos comunicaciones’, y se creó el colectivo de comunicaciones”.
Según Yaka, la dinámica organizativa y la relación de los firmantes de la paz con campesinos e indígenas posibilitó que este espacio de reincorporación impulsara la creación de la Junta de Acción Comunal y todos los proyectos que han surgido del cooperativismo; iniciativas que afianzan los lazos de comunidad con los habitantes de Tierra Grata.
Este texto hace parte del libro Defender el territorio, de la colección periodística “Defender”, publicado en una colaboración entre el Programa Somos Defensores y Hacemos Memoria.