Por Ángela Martin Laiton
Asotransnor lleva más de seis años trabajando por los derechos de las personas trans en Norte de Santander. Allí convergen historias, como las de Daniela, Paola y Greicy, atravesadas por el fragor de la guerra y la dinámica de la frontera entre Colombia y Venezuela, una de las más vivas del continente.
“Tuve una vida de calle, era de las que salía de trabajar y cargaba con mi cuchillo de lado a lado”. Han pasado diez años desde entonces, narra Daniela Meneses, de 37 años, con la voz serena, pero sin mirarme, mientras tomamos un café en el centro de Cúcuta.
Ella es la representante legal de Asotransnor, una fundación que trabaja con hombres y mujeres trans en Cúcuta, Norte de Santander, cuyo objeto social es la articulación de esta población para la gestión de los derechos humanos, los derechos sexuales y reproductivos, y los derechos de las personas trans.
Daniela narra de memoria la historia de la Asociación de Chicas Trans de Norte de Santander (Asotransnor), que se creó en abril del 2013 y que en el 2018 se convirtió en fundación, buscando ampliar su capacidad de gestión e incidencia. Mientras lo hace le da vueltas a una malteada de café que fuimos a buscar después del almuerzo, cuando nos encontramos con otra de sus compañeras, Paola Cerpa, una de las lideresas de la fundación, quien asesora a las personas que llegan en temas de matrimonio igualitario y reasignación de sexo.
Paola es muy alta, tiene un cuerpo curvilíneo, el cabello teñido de morado y los labios pintados del mismo color. Lleva puesta una ombliguera y jeans con sandalias. Juntas atravesamos parques del centro de la ciudad que en la noche se convierten en las esquinas de trabajo de muchas de sus conocidas. Mientras caminamos, los ojos de varias personas se fijan en nosotras de manera incesante, parecería que no esperaban ver a estas dos chicas trans a plena luz del día. “Es normal, amiga, no los mire”, me dice Daniela con naturalidad y continúa: “A veces pienso que prefieren vernos muertas”.
Las fulminantes palabras de Daniela me hacen pensar en que esta es una situación común en un país en el que, según el informe 74 del 2021 de la Defensoría del Pueblo, entre el 2020 y el 2021 fueron asesinadas 98 personas con identidad de género diversa. Por otro lado, el informe La mala hora del programa Somos Defensores para el 2020 reveló que, de las 924 personas agredidas por su liderazgo social en Colombia, 18 pertenecían a colectivos LGBTI, lo que muestra un aumento del 260 % frente a las agresiones del año anterior.
Es en medio de ese contexto que durante nueve años Asotransnor ha realizado su trabajo en Norte de Santander, región donde a la violencia del conflicto armado, la cultura machista y la violencia de género se suman los conflictos propios de una frontera, lo que representa diversos desafíos para esta población.
Daniela, como lideresa, lo ha sufrido en carne propia; como trabajadora sexual fue hostigada hace seis años por la fuerza pública, y seis años antes fue amenazada por grupos paramilitares que delinquían en Cúcuta: “De todo este proceso lo peor es la discriminación, sentirse señalada, rechazada. El tema de la violencia policial lo sigo sufriendo. Lo más duro es que cuando me amenazaron de muerte por todo el proceso de liderazgo que llevo, me dijeron que olía a formol, que en cualquier momento me iban a dar en la cabeza. Ahí empieza la persecución, yo digo que estoy viva es de chiripa”.
La mayoría de las personas trans que se acercan a Asotransnor vienen de sufrir algún tipo de violencia, por lo que, cansadas de la estigmatización tanto de sus familias como de la sociedad en general, buscan ayuda.
Para Paola, de 39 años, este proceso fue muy traumático al principio. Relata: “Nací en Valledupar. Llegué a Cúcuta para encontrar una segunda opción, dado que donde nací y me formé no pude ser quien yo quería. Mi infancia fue muy dura, pero aquí me di cuenta de que esto nos pasó casi a todas, cada vez que llega alguien nuevo escuchamos nuestra propia historia en otra persona”.
Cada historia se ve marcada por distintas particularidades: algunas son migrantes, otras fueron echadas de la casa por su familia; muchas de ellas son personas amenazadas, que no pueden acceder a servicios de salud o que han sido discriminadas laboralmente por su identidad. Ante esta diversidad de violencias, contextos y necesidades, el trabajo de Asotransnor siempre es el de recuperar a estas personas que llegan tan lastimadas y desorientadas.
Paola, por ejemplo, se dedica a asesorar a mujeres trans que quieren casarse o acceder a la cirugía para el cambio de sexo: “Me gusta trabajar con las otras mujeres aquí. Yo misma busqué quién me diera la mano cuando llegué en el año 2000, no tenía ni un peso, fue un trauma muy fuerte porque me tocó dormir en los parques”.
En el 2017, Paola conoció a Asotransnor en una capacitación y entonces cambió su visión de la vida. Se vinculó primero como persona orientada y acompañada, y ahora es lideresa que acompaña a personas trans en asuntos como el cambio de identidad o el asesoramiento para que parejas diversas se puedan casar. “Supe que tenía derechos, los he defendido junto a las demás y acompaño a otras que llegan y no saben cómo hacerlo”, dice.
No están solas
“Empecé a los catorce años en la prostitución. Durante 17 años la ejercí aquí en Cúcuta, pero también en Bucaramanga, Bogotá, Arauca, Cartagena y Medellín. Todas pasamos por ese tránsito entre ciudades, le decimos el giro”, lo pronuncia con ye, yiro, como en italiano. “En ese contexto, en el 2011 inició en Cúcuta un proyecto de VIH Fondo Mundial que empezó a captar a las lideresas de la población clave que ellos manejaban. Ahí empecé un proceso de capacitación y liderazgo que cambió todo, empecé el rumbo de mi vida”, recordó Daniela.
En el 2011 Daniela empezó a estudiar Técnica en Trabajo Social y Consultoría de Familia. Era de lunes a viernes hasta las 9:45 de la noche. Quince minutos después, todos los días, salía a la esquina donde siempre trabajó para poder pagar sus estudios y mantenerse. Luego entró a trabajar en la Cruz Roja como lideresa par y al tiempo la ascendieron y fue ganando reconocimiento dentro de la población diversa de la ciudad. Para graduarse de la carrera técnica en el 2013, hizo las prácticas en la Alcaldía de Cúcuta y empezó a trabajar con la Red de Mujeres Trans. Ese fue el punto de partida de su incidencia. Actualmente, Daniela está a punto de graduarse como trabajadora social de la Universidad Francisco de Paula Santander.
“Ser mujer trans en la frontera es duro”, afirma Daniela. “Para nadie es un secreto el problema de seguridad que hay, el narcotráfico. Chicas migrantes que no pueden acceder al permiso temporal, mujeres trans pasando por una trocha donde hay violaciones, desapariciones, trata de personas, todo tipo de violencias. Luego, llegar aquí sin nada las hace más vulnerables por su orientación sexual y su condición de migrantes. Muchas de ellas terminan en la prostitución, comiendo de la bolsa de la basura; es fuerte el tema de la policía, que también las agrede mucho”, agrega.
Daniela me habla del acompañamiento que realizan desde Asotransnor en La Casa que Abraza, una iniciativa de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Corporación de Profesionales para el Desarrollo Integral Comunitario (Corprodinco), inaugurada en febrero del 2021. Este espacio recibe población diversa venezolana que ha cruzado las trochas fronterizas para tratar de vivir en Colombia. La mayoría de estas personas están indocumentadas y han sido abusadas por los actores armados que controlan estos caminos. Para acompañarlas, La Casa que Abraza recibe ayuda de varias organizaciones de género de Cúcuta, que de forma gratuita ofrecen servicios de atención nutricional, asesoría jurídica, asistencia psicosocial y orientación en salud sexual y reproductiva.
Las historias de Daniela están pobladas de silencios largos. Algunos recuerdos le endurecen el rostro al traerlos a la palabra. Aun así, dice con firmeza: “No puedo decirle que esto ha sido fácil, pero nosotras hemos huido siempre de la categoría eterna de víctimas. Lo que yo quiero para todas nosotras es salir de la marginalidad y los imaginarios estigmatizantes. Para eso tenemos que acceder a espacios educativos y políticos, romper de una vez con esa idea de que las mujeres trans o son putas o son peluqueras. Para nosotras, las mujeres que hacemos parte de Asotransnor, las historias de nuestras vidas son exitosas, todas hemos pasado de la oscuridad a la luz”.
Este texto hace parte del libro Defender la vida, de la colección periodística “Defender”, publicado en una colaboración entre el Programa Somos Defensores y Hacemos Memoria.